98 gorilas panda y el amor hacia una ciudad que ha intentado matarme




Permanente, Venecia me dijo que si y luego trato de matarme a bocadillazos congelados y disparos de desesperación enfermiza. Es algo que ni con macedonia en el pelo se puede narrar, realmente no sabía, no sabia y no sabia que detrás de la andrógena ciudad de Venecia se encontraba un cabronísimo organismo vivo que trataría de fustigarme, aniquilarme, destruirme espiritualmente, físicamente y psicológicamente. Si me veis como un ser psicotrópico con un batiburillo excéntrico de narraciones y con cabellera cheroquee dinámica no os podréis imaginar el periplo prosopopéico que he pasado en la ciudad, he dormido surrealísticamente debajo del puente de Calatrava en Venecia a -4 ºC con el mármol congelado en mi espalda, una columna vertebral rígida y con las vértebras tiritando de frío, he vagado a las 5 de la mañana cual figura fantasmagórica por las calles COMPLETAMENTE VACIAS, me he sentido sucio, despreciable, vagabundista, me he peleado con mis amigos por tener medio cerebro congelado, he acabado con ampollas en los pies y en el alma.

Solo hubo un instante en el que el mortífero dolor de ojos, el diabólico cansancio, el dolor de piernas y pies, el frío lipotímico, el psicopata del dolor de cabeza, el dolor de espalda se fué como se van los chándal en los mercadillos de Calafell, ese momento ocurrió cuando Wiedersheimi alzo su cabeza y pudo contemplar el techo de las mil alas de la academia de Venecia en aquel momento Venecia dejo de ser el mundo para transformarse en un simple recuerdo pendular condensado en una pulmonía.