Caperucita ahorcada en la guillotina
Me roí la venda de desgracias que descalabraba mi repentino sueño como si nunca hubiese descubierto la luz eso se debía a que el día y la noche era pienso de perro, sólo era una apreciación errónea de mi, como lo era tu repentina visión del arte, ya lo sabías, en mi apartamento todas las luces son luces de reptiles y a ti no te habían crecido los caninos aún, no podías suplicarme sueños cuando tu buscabas respuestas, cuando aún te perdías como en la primera vez que me conociste, no quieres suicidarte, nunca lo has querido, sólo querías cambiarle el agua a las lagrimas del Frankenstein de tu alma, permaneciendo como siempre, intacto a la libertad y creyendo que esto no era mas que ceros y unos que hacían que tuvieses la mejor textura para ser feliz mientras me hablabas en sueños y moralejas.
Alejado de mi propia sed descubrí la orilla y en ella mi Caperucita ahorcada en la guillotina.
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