Finales que te recuerdan que estás vivo y que eres indomable



Llevo tus degollamientos de collar y todos los nombres de tus amantes que acabaron mal de rosario, ahora que es otoño pienso en nuestros veranos en aquellas calas entre tus colmillos, abrigados por el oleaje de tu lengua corrompiendo mis pulmones, infectados de atemporalidad marina, dos siluetas inertes ahogándose por la luz, y fuimos la causa, el indicio y la consecuencia, y crujiste mis huesos del corazón, y desplumaste la piel del corazón.

Una extraña mentira...



Sentada la noche enfrente del espejo de los recuerdos, ve su piel de estrellas marchitarse, a la sombra de la luna permanece incauta y celosa de las huellas sobre la arena de aquellos pies descalzos de desconocidos amantes, sus lágrimas como estrellas fugaces son el rompeolas de un misterioso tiempo en el que se maquillaba con luz y fuego una extraña mentira que respiraba una y otra vez en su mente.

Nadie va a dejarte a solas con Dios



Había algo retorciéndose en el suelo de la batalla, algo indetectable por los satélites y las luces infrarrojas, algo inalcanzable por tus lágrimas ni lamentaciones, algo que hacía que tu sonrisa se licuase por la buena voluntad y la gracia divina. Nena, había algo retorciéndose en el interior de tu muslo izquierdo convulsionando como un epiléptico frente a las luces de colores de las vidrieras góticas, algo que se ha llevado el humo de mis cigarrillos y la sangre de mis heridas.

Vivir bien, amar bien



Se despertó en mitad de la noche y vi temblar su belleza y de su trémulo pavor al verme sus labios pontificados dieron de beber a mi sed. Clavándoseme la impávida luz de la luna en mí pecho di a luz a una sangre aún mas negra que al contacto con el aire engendró un estuario donde refugiarla y así fue como manchado de tanta vida mi sueño atemorizado humildemente comía.

Tragicidad



Y entonces todo se desmorona y es de esa brutalidad del resquebrajo desde la que parte el sutil dictado de mi fe, congelando las bombas de las que arde la inocencia, caminando en círculos sobre el Analema de Vitrubio, besando lo siniestro, lo obsceno, lo ridículo, lo sublime, la tragedia, lo grotesco, lo feo, la belleza y la estética. Añadiendo en las profundidades del lecho marino una cama hinchable de agua para el faquir, el sabor férrico de tu sangre parpadeando en mis labios, sintiendo como la incoherencia es una forma más de compasión.

Las golondrinas siguen sin volver a los nidos de tus entrañas...



He visto sangrar mi vida por no poder perdonarte, tu recuerdo no me ha enseñado a hacerlo. No puedo olvidar los juegos de ventanas y acantilados en el ocaso, pero existió una fuerza que me acariciaba en la profundidad manteniéndome inmóvil en el fondo, anestesiado, no puedes sumergirte sobre ese rojo placer, jugarás a perder o a tocarme, hablarás de piel húmeda o de sal, me tratarás como a un monstruo marino o llorarás a pulmón por mí, sobre cada noche, sobre cada noche, sobre cada jodida noche...

Toda esperanza está de más, los sueños son previsibles, siempre los mismos, infidelidad de nuestra mente al mostrarnos la certeza de la tiranía de nuestros deseos. Esta fue la última vez, dijo como si fuera un crisma, el diablo al que tienes idealizado se ríe cantando esa canción que amas, le dijiste adiós a lo que amabas acabando con la ausencia de belleza, el mundo al revés las golondrinas siguen sin volver a los nidos de tus entrañas...

Espejismos rotos



Empieza siempre así… nosotros solos, de pie, inmóviles frente a las puertas de nuestro infierno, siendo nosotros mismos los arquitectos de ellas, creadas con nuestras manos para contener todo el mal que hay en nosotros mismos, allí… es dónde gestamos nuestros miedos y devociones, nuestras contradicciones y nuestros propios espejismos, escondiendo nuestras miserias y vergüenzas tras ellas. Todo oculto bajo el cacareo sutil de nuestra palabrería barata, la pasión y la belleza, esos exiguos destellos inconstantes de locura y la vida temeraria, la bohemia, el aprendizaje y el llanto, la tragedia y el vano sentimiento. Encima de mi mesilla de noche tienes la llave de esas puertas.

La selección natural de mi propia mortalidad



Quiero cortes sangrando y pastel de manzana en la bañera, quiero ser un luchador de lucha mexicana luchando por el título final, quiero ser una falsedad real. ¡La belleza prometida y la juventud perdida! Quiero que el mundo me deje en paz. Quiero la moraleja de la fatalidad, oro y metales pesados dentro de mí, quiero oír los gritos de tu virginidad desvaneciéndose encima de mi cama, quiero sacrificios vomitados en medio de la calle a altas horas de la madrugada mientras nos cogemos de la mano y los escualos se descomponen en los contenedores, mientras mil fluidos químicos resucitan las sombras que brillan en nuestra oscuridad. Ella se rompe, nos rompemos. El músculo tensado, el dolor intenso, quiero cometer grandes errores y arrepentirme, quiero acabar muriendo para comprobar que pude sobrevivir a la selección natural de mi propia mortalidad.