Movimientos de escapismo en la cuerda floja



La balística de tus palabras frente a mis desarmados deseos de matarte, me pierdo en las ramificaciones de tu riego y niego la excepción, de cuellos degollados y sangre purificadora. Nuestro imperio son los granos del reloj de arena, mi alma el punto intermedio ingravitacional en que lo lleno se vuelve vacío y lo amocional cordura. Mi almohada sigue siendo la autohipnosis, y duermo como un perro en el balcón de arañazos en la pizarra, en las copas a medio tomar, en el ciclo menstrual del paraíso.

Que impreciso resultan los gramos cuando están sobre ti, la metamorfosis de lo incorregible.

Mentes salvajes afiladas hasta domesticar



Soy la punta del dardo envenenado atravesando el aire de fuego cuando me evitas, y levito, y me indicas, y me dejo encontrar, como la primera y única vez pero sin resucitar, me he construido sobre la firmeza de controlar mis sentimientos todo el universo emocional que me mantiene al margen de todo, paralelo a lo que ellos llaman locura, y aquí estoy dejando que arañes otra vez mi corazón mientras arpegias escarbando buscando vida inteligente, tranquila esta vez no voy a pedirte nada, no te haré mas daño esta vez utilizo de cama elástica la membrana de osmosis que limpia los latidos de polvo y gritos, no puedo reprimir que te odio y que eres lo peor pero el odio es otra forma de amar, más salvaje y humana. Tiembla de frío hasta erupcionar y luego quémate en tu propio vómito. Yo estaré sujetándote la mano hasta reventar. No me quejo de vivir contigo como animales cultivados eternamente por la cera dentro de una vela, no me quejo de ser el nervio cruel que eriza tu vello, no me quejo de ser la mente salvaje afilada hasta domesticar.

Holocausto en el hormiguero del patio de colegio



Una sonrisa de arrepentimiento para que te quede clara la combustión, para que entiendas que la pena no está reñida con la necesidad, esta providencia con la que construyo el espermicida de fracasos que muchas veces es el tren de aterrizaje de los milagros en las puñaladas de lanzas de soldados romanos frente al altar. El rumor de los que bailan sin música y sin piernas en la apología eufemista de la vida.

Sigo esperando el simulacro de todo aquello que no estuvo mal, de todo aquello que no tuvo voluntad, como si lo nuestro fuera igual que aquel holocausto en el hormiguero del patio de colegio, el cardinario guía la indeterminación de los leñadores de esperanza en la corteza del árbol caído. Y maquillamos los falos como vaginas y salimos a respirarlos.

Que previsibles son los sentimientos cuando están equivocados.

Imantador de persianas para desviar las flechas que van hacia tu corazón


Y te seguiré esperando desnudo y borracho en este minutero al que llamo hogar esperando a que formules aquella pregunta que las pistolas de mi mente no pueden disparar. Para cuando la necesidad de volar no tenga límites y lo indomable quede solemnemente inmortalizado en nuestro vuelo sobrevolemos esas enjauladas montañas que nos separaban, ocultémonos dentro de la cascada tras los barrotes de agua y besémonos como la primera vez, esa libertad empírica, esa cruel naturaleza que nos protege, ese ecosistema sentimental que tantas veces nos ha visto caer y retomar el vuelo. No pierdas nunca la noción del vuelo, el sol jamás será lo suficiente cegador como para cegar al corazón.

Cuando has sobrevivido tantas veces a ti mismo ya no sabes si caminas contigo o contra ti