La armonía desnucada de 2010





Y llegó el final de 2910 un año repleto de apartadas referencias al cielo, de errores, de velas e incienso. Y en estos últimos minutos que me quedan condecoro a mi libertad, esa libertad que empezaba a llenar tus labios y se esparcía sobre cada una de tus grietas, sobre el coma de tu piel, esa que tras varios días de intermitencia acababa por encontrar tus palabras en la cúspide de mi pirámide alimenticia, un año de intervalos y minuetos de espigas brotadas en lagrimales, de permisos y rasguños que buscaban la fe en los ojos de mi enemigo, una año repleto de telarañas, crisis y YSL, de este año solo me voy a quedar con una palabra honesta; anhedonia.

Les deseo la mejor muerte que un 31 de Diciembre se pueda desear, os amo, a ti y a ellos.-

FELIZ 2011

Barcelona la puta taconada de cuerpos celestes de San Jorge





Barcelona la puta taconada de cuerpos celestes de San Jorge, con sus impedimentos y rituales libertinos de inconsciencia, la clave de sol ambulante del mar mediterráneo, la lluvia ilegible, la ciudad del yo y del puede ser. La Barcelona que soporta la política de los necios con soberana desfachatez, la que reina la belleza costumbrista del arte de caer en ella, la que descansa en paz en los pies de Colón, de faranduleo modernista y catedrales de barbitúricos, de cultura y heridas prohibidas, la prohibición del cliché, la novena embarcación de mi convicción, mi adicción, mi absenta, mi rebelión…

A ella que rige mis cabezas como una hidra sin cuerpo, como una chica secreta escondida entre los ríos de sus calles sin alma, como una resistencia al dolor de su enjaulada iluminación, la envidia de la luna, de las mareas, de la brisa y de Dios, es mi riesgo, mi infarto de amor, mi libertad, la Barcelona de mi convicción, la espada que reside en mi vientre como las tripas que se esparcen por sus senos, la Barcelona frutal celosa de mi amor por ella y su irreverencia.

Y que el carbono-14 sea nuestro testamento





Huérfano de mi sed… abrí la cortina de terciopelo que cubría tus ojos y sin darme cuenta me vi arañándome con tus uñas, con la misma inocencia con la que peleabas por quedarte virgen, el intercambio amoral de lentillas entre el humo y las bidirecciones de espejos, el ritual de entorpecer, las excusas de la carne cruda, el champagne, las venas engullidas como si fueran tallarines, todo aquel sistema de situaciones métricas, la luna, el sol y tu rebelión.

Apartamos con la misma ira la idea de bondad como apartamos los guisantes de nuestro arroz tres delicias, seguías siendo esa maldita aplicación para iphone de una brújula que funciona por gps y yo en cambio seguía firme a mi brújula solar, esa que para saber donde está el norte necesitas al sol, sin embargo los dos soñábamos ser la brújula imantada guiándonos por impulsos de campos gravitacionales.

La misericordia de la cánula y el cateter de nuestro amor





Del azúcar sintético al amargo decibelio del grito, así fue como el encanto del tungsteno encendió la mecha, sonando de fondo héroes y abrazando el tango de fuego en nuestro baptismo de purpurina, arena de color beige sobre el árbol de navidad, que difícil era ser; tu el catéter y yo la cánula con el cual cosíamos los jerseys de esperanza con los que nos vestíamos en navidad.

Arrastrábamos la memoria colectiva y la razón corporal de los extraños de tu anatomía disidente excarcelada de promesas y sueños, riñas que se estrellan sobre mi capa de ozono con el gran agujero de soledad solar y la lluvia que se RIPea a tu lado, la ciudad apagó el radiador que daba lumbre al contrafuerte de las visiones de bolas de cristal y manos sintéticas.

Soy una victoria andante sobre el tiempo





Perdón por mi naturaleza de perdidas de aventuras, perdón por las noches de followers reconstruidos en marihuana intelectual, soy una victoria andante del tiempo y me rijo por las mareas de comentarios jocos y problemas como los de Tristán. Sobreviví al hielo y al olvido de las victimas de ese teleférico, Madrid fue mi crimen sin acabar, tuve fe pero no en cristo y renací del renacimiento al cual me tenían acostumbrados tus ojos, he cambiado mil trueques en el averno para convertir esta puta habitación en algo parecido al cielo y solo he conseguido cambiar de cabecero.

Me suicido cuando corrijo siderúrgicamente mi corazón de hierro con las hiedras de mi vida y mi medicación. Sigo viviendo, sigo bebiendo de esos manantiales de la vida eterna que se llaman tus ojos y a cada millón de años le pongo un decimal para que les hagas compañía, puedo esperarte detrás de la línea porque tengo fe en el desvarío de tus miradas, en el ungüento de tus palabras, oigo el murmullo debajo de mi cama, escucho sus risas al despertar y mantengo la cabeza muy alta como mártir de esta sociedad.