Exégesis del cáliz paraguas



Hoy volaremos a un estado neural indisoluble a una mentalidad pulmonar de abrumadas lágrimas y haches desn/mudas, de recuerdos y sueños, voy a condicionar tu torpeza para que descubras que la inspiración y la muerte son gemelas, que no hay miedos, ni perdón, que los recuerdos son sólo historias adulteradas de brujas, hoy metabolizarás el sexo y expiarás la culpa de tu síndrome de incontinencia sentimental, voy a ser ese oleaje de cuchillos que viene y va en tu nariz vaginal, te mantendrás inerte ante lo que voy a injertarte en la camposanto de tu mente porque eres insomnio purificado en agua bendecida, no te rindas ante la vida, el hueso está forzando lo ortopédico de tu cansancio, no desfallezcas, no ahora, quédate porque voy a enseñarte a usar paraguas, no me refiero a esos de cuando llueve o hace sol sino a los paraguas de todo aquello que te atormenta.

El escalímetro de tu vello



Vello de germen y anticuerpo, vello que se coagula en la oscuridad, tupido vello de pecho que se transforma en alfombra de pinchos de faquir cuando te tumbas sobre él. Vello hasta en el corazón que tiembla cuando sopla el viento, vello bien tupido, vello hasta en la sopa, vello que brilla mojado, vello bien negro, trágico y mimético. Me llega hasta la garganta y se escurre como espaguetis sobre mi alma, llega incluso a penetrar sobre el estomago como el tronco de un árbol, especulando con el calor de los dedos ajenos, bajando las raíces de su tronco velludo a la entrepierna, ampliándose y cubriendo todo en su alrededor, dedos, yemas de dedos velludos escarbando en el bosque austral, acariciándolo, peinándolo a dos manos.

Un vello de hiedra que se enzarza como espinas en el tronco produciendo cortes en la corteza cerebral, niebla de vello en la entrepierna, un manglar de vello y ramas, de riachuelos que inundan el algoritmo de leches amarradas a un ictus de orgasmo, pasión selvática regida por las lluvias torrenciales sobreexcitadas de la marea y los temperamentos de navegantes perdidos de sed y vello.

Gente inocente enzarzada en tus pestañas



Al juguete roto que sueña con la hoguera de grilletes, al suicida con paracaídas que se dirige hacia el huracán; sigue engullendo mi casa, amputando cada uno de mis ganchos por los que cuelgo como el fiambre de la cámara frigorífica de tu corazón, llenamos la lente de mi cámara de alpiste para que comiera aquel pobre gorrión desafiando las leyes de la naturaleza y al final acabó muriendo por estar enjaulado.

He nacido para oír como gemías de dolor en el orgasmo de la vida, he muerto para que las telarañas de mi cuerpo te sirvan de perchero y cuelgues tus sueños. Quiero estar confuso de la misma manera que tú confundes los segundos previos al suicidio, oyes como tus lágrimas de juguete lloran soldaditos de plomo y cuernos coralinos del ciervo fracasado de nuestra relación. Nos importamos tan poco que bailas cada noche con mi cadáver sin darte cuenta que no está vivo, no sabemos escucharnos, voy a correr el riesgo de ser trágicamente asesinado por tu olvido, lo consideraré un suicidio asistido…