Ofelia siempre flotará a pesar del peso de los gusanos



Mi corazón estaba tieso igual que las alas de mariposa disecadas de tu abuelo y había un coche en llamas lleno de asteroides y hormonas oculto en el barreño de uvas que iba a pisar, hoy más que nunca orbitan sobre mí miles de imprudencias que hacen trampa a aquellas muchachas desnudas del volley playa, espero que no acaben mareadas vomitando mis besos en la nuca por todo el vino, nunca os fiéis de las escuelas de golondrinas asediadas por aguijones- Baltimore nunca baila sólo, el paraíso es un espejo roto que hay que barrer, Ofelia siempre flotará a pesar del peso de los gusanos.

Besos de tungsteno iluminándose sobre mi cálido cuerpo, me sangras como ninguna.



Disfracémonos de superhéroes con ropa fluorescente, ropa interior por encima y gafas de bucear y rompamos las horribles esculturas de porcelana de tu abuela al ritmo de "Walk the Moon", bésame y empújame contra la maldita vitrina donde guarda la colección de sombreritos militares de cristal, aniquilemos su buen gusto y llenemos sus paredes forradas con papel pintado de los 60 con una dictadura de salpicaduras de amor descuartizado. Y estaré contigo porque sin ti recapacito mas de lo que es debido. Años de redención, sueños oscuros de un Dios sobresaltado en medio de la noche, así que gira la cabeza, levanta la mirada y déjalo fluir. Ahora se ha ido la luz por haberle cortado las venas a nuestros besos.-

Degüello y quemazón



Y balanceándome sobre el deseo de lo que fuimos caí hacia detrás desnucándome contra el futuro que nos quedaba por vivir, era ahora con los ojos en blanco, con la lengua vuelta en la garganta sin dejarme respirar y fuera de conocimiento alguno cuando pude ver a mi corazón cauterizado por las dudas, conduciendo hacia lo más profundo e infranqueable de las coronas de espinas de hierro de tu cárcel, siguiendo el humo de tu cigarrillo como líneas de carretera, delimitadas por despeñaderos huecos que distorsionaban lo que sentía, y entre tanta niebla, polvo y humo me di cuenta de todas las coronas de flores de la carretera, donde muchos otros habían muerto por ti y no me importaba perder o perderme o perecer, llevaba las rodillas peladas de tanto rezarte y la mente garabateada con miles de estupideces de lo que haría por ti, contigo o sin ti, y nada tenía sentido y nada tenía importancia.

Y cerré los ojos y aceleré saltando por encima de la última curva y embalsamé esa emoción para bañarte en ella cada noche y recordarme que un día fuiste una destinación imperecedera, improrrogable, imperfecta e inalcanzable de mi propia necesidad de huir sin ti.