Sismografía de una corazonada



Cuando el mentir se posa como un mantillo fino encima de la pradera ahogando cada una de las malas hierbas también acaba devastando las flores de sutura que nacen entre ellas, la manera humilde de llevarse la vida de la verdad dejando las heridas abiertas, utilizando el hermetismo de la libertad como única fuente de vida, pero pequeña… no respires ese aire, no te pongas esos químicos, ni maquilles tus ansias de curarme pues mi enfermiza realidad no se corresponde con lo que tu ves, lo llamo la histeria de mi vida, lo que cada vez que despiertas a mi lado notas en tu corazón de la forma más brutal e inhumana que puedas sentir y que al fin y al cabo te ayuda a mantenerte despierta en este sueño irrelevante, en esta corazonada geoilógica.

Sollozos de eternidad muda en tu piel, hasta que la calma aguante



Y la niña se acercó al borde del manantial y observó que de él brotaban cuervos, pero su sed fue más fuerte que su repulsión y alargando la mano capturó uno, lo observó durante unos segundos, no por su fealdad sino para saber por donde comenzar a cortar, con la otra mano sostenía una cuchilla, al ponerse el sol empezó a afeitar las plumas negras, devorando con la cuchilla la piel, así fue como el rojo de la sangre tiñó la negrura del plumaje y a su vez sus labios, una vez saciada su sed, se giró dando la espalda al lago y sin piedad lanzó al animal por encima de su hombro, este acabó golpeándose contra el suelo, y ese crujir la despertó, y al despertar la mano no era mano sino garra y las plumas eran cabellos y el manantial no era de cuervos sino de niños, y se dio cuenta que el rojo de su sangre había servido para dar de beber a un cuervo.

Y mi única crucifixión fue vivir



Y me tumbé boca arriba en el fondo abisal del mar con las toneladas de presión sobre mis oídos, y de mis brazos brotaron días de primavera que resquebrajaron el cristal de mi reloj de bolsillo, la grieta formó nuestras iniciales y luego explotó el cristal en mil pedazos inundando nuestras horas, al poco tiempo la marea fue enterrando mi cuerpo, poco a poco, cubriéndolo entero y dejando sólo mi nariz asomar entre la arena, allí fue donde la lombriz se ocultó y puso sus huevos en forma de olvido, y al brotar los gusanos de ti quedaron atrapados en el encofrado con el cual construí nuestra casa allí en el abismo.

Al besarme tus pulmones se llenaban de arena al tiempo que tus ojos me servían de caramelo de mentol para aclarar la voz, le grite al miedo para que me inundara el eco de tus miradas, fijé las tasas en la aduana para que me dejara dormir en aquella cama de lecho marino y al tercer año nací de los dientes de aquellos peces amorfos, habiendo escapado de todo.