La esvástica voluntad de estar juntos





Cada noche rallábamos la cicatriz de la ola encima del cuento chino que nos habíamos montado, recuperando la sal con la que momificábamos el país de las maravillas y los procesos judiciales de nuestro amor, esa era la liturgia de cada madrugada la cual se basaba en un simple caracol pisando su propia baba, invocábamos al diablo como si fuera el conejo blanco que nos guiaría en nuestra esvástica voluntad de estar juntos, la puesta de sol al cerrar el abanico, los disturbios de nuestro helado de frutas del bosque…

Habrá mucho que construir en este infinito de cordero y parrilla, tendremos que afilar todas las traiciones y recuperar la condición insatisfecha del camino de baldosas amarillas que nos llevará hacía el campo de concentración de nuestro fracasado amor, fracasado, pero amor al fin y al cabo, amor.