Inmensidad quebrantada por el inmóvil colapso.
Aleteo de maldad cortejando mi paz.
Caos de inocencia sedimentada bajo la fría tempestad
Y las sonrojadas heladas sangres del vientre del petirrojo.
Y me rindo exhausto, etílico y desvanecido,
Mimetizándome con los últimos gritos de las fieras salvajes gaseadas
Y los rubores necrosados de la luz de tu habitación.
Y me alivian las flores de Meconopsis Betonicifolia que florecen en tus labios,
Impregnado por la calma de las brutales colisiones bajo mis colmillos.
Plaga inerte de edelweiss inundando mi locura,
La correcta conexión con el trauma,
La mitosis de sentimientos destruyéndose por minutos,
El paso fractal en falso,
La imperturbabilidad de la calamidad,
La metástasis del sosiego sonriéndome desde el infierno.
Cyanosis llevándome sobre su boca al crimen de la salvación.
.
Paroxismo
Mantén la espalda recta mientras rezas sobre las tripas extraterrestriales de mis líneas de expresión, allí donde el olor a la porosidad de tus huesos, el rock & roll y la cayena me abrazan multiplicándose como tu reflejo en las caras del diamante, lanceolada pérdida de tiempo, súplicas atándose al mástil para huir de las sirenas, vistiendo los cortes de tus muñecas con santas inocentes, cómo dejarse de liturgias cuando tus besos no han alcanzado la fe, sabes que la más sensata manera de dejar que mi barco descanse en el fondo es apagando la luz del faro.
El dolor es una superficie perfecta para patinar... amé y me pusiste la boca del cañón en mi boca, animal, me disparaste como a un animal. .
El dolor es una superficie perfecta para patinar... amé y me pusiste la boca del cañón en mi boca, animal, me disparaste como a un animal. .
Campos magnéticos de concentración
Amnistía para la demolición de la histeria de amar escondida en los campos magnéticos de concentración de debajo de tus sábanas, nuestra carne viva tendida sobre el balcón del aliento de un depredador, el columpio que cuelga de mis colmillos dónde se columpian los espantapájaros de sueños, las esperanzas coaguladas que duermen en mis garras, los guerreros empalados en el vello de mi espalda.
Condujiste las águilas de Prometeo para que devoraran mi hígado mientras dormía, bañándote en el ácido de mis lágrimas, humedeciéndote la cara con mi locura matinal, haciendo aros de humo mientras me observas para cazarme.
Labios rojos que reposan atormentándome bajo mi cama y que coronan a un rey destronado.
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