Amnistía para la demolición de la histeria de amar escondida en los campos magnéticos de concentración de debajo de tus sábanas, nuestra carne viva tendida sobre el balcón del aliento de un depredador, el columpio que cuelga de mis colmillos dónde se columpian los espantapájaros de sueños, las esperanzas coaguladas que duermen en mis garras, los guerreros empalados en el vello de mi espalda.
Condujiste las águilas de Prometeo para que devoraran mi hígado mientras dormía, bañándote en el ácido de mis lágrimas, humedeciéndote la cara con mi locura matinal, haciendo aros de humo mientras me observas para cazarme.
Labios rojos que reposan atormentándome bajo mi cama y que coronan a un rey destronado.