La cuadratura del corazón circunvalatorio





Barro y muerte en Las Vegas. Cristalitos que se deshacían entre las córneas estalactíticas de mis encoleraciones sentimentales. Aparentemente la furcia taponaba mis ventrículas disfrazada de carnaval y me daba de beber el jugo del racimo de uvas y uñas de porcelana que emanaba de su aorta, los impertinentes diálogos que se fermentaban en su grito de velociraptor desesperaban mis patitas de cangrejo. Noches de anillos jupiteros perdidos en el polen del bálsamo de su cordero y que a sus vez hacía que nos marcáramos el pentimento, despreciando a la razón.

Urbanitas fuera de tiesto y glaucoma fucsia eso era lo que se veía desde su pulmón derecho, recostado pláteamente en su flanco derecho, agachado en mi estancia, enclavada en el ritmo metronímico de su coraçao con kohol.

Su megalopolis era el fratricidio del placton entre almendras operadas de apéndice
y las termitas de sus dientes eran bondadosas fiebres desmitificadas. Si me quieres redúceme a cenizas…