La balística de tus palabras frente a mis desarmados deseos de matarte, me pierdo en las ramificaciones de tu riego y niego la excepción, de cuellos degollados y sangre purificadora. Nuestro imperio son los granos del reloj de arena, mi alma el punto intermedio ingravitacional en que lo lleno se vuelve vacío y lo amocional cordura. Mi almohada sigue siendo la autohipnosis, y duermo como un perro en el balcón de arañazos en la pizarra, en las copas a medio tomar, en el ciclo menstrual del paraíso.
Que impreciso resultan los gramos cuando están sobre ti, la metamorfosis de lo incorregible.
Que impreciso resultan los gramos cuando están sobre ti, la metamorfosis de lo incorregible.