Una sonrisa de arrepentimiento para que te quede clara la combustión, para que entiendas que la pena no está reñida con la necesidad, esta providencia con la que construyo el espermicida de fracasos que muchas veces es el tren de aterrizaje de los milagros en las puñaladas de lanzas de soldados romanos frente al altar. El rumor de los que bailan sin música y sin piernas en la apología eufemista de la vida.
Sigo esperando el simulacro de todo aquello que no estuvo mal, de todo aquello que no tuvo voluntad, como si lo nuestro fuera igual que aquel holocausto en el hormiguero del patio de colegio, el cardinario guía la indeterminación de los leñadores de esperanza en la corteza del árbol caído. Y maquillamos los falos como vaginas y salimos a respirarlos.
Que previsibles son los sentimientos cuando están equivocados.
Sigo esperando el simulacro de todo aquello que no estuvo mal, de todo aquello que no tuvo voluntad, como si lo nuestro fuera igual que aquel holocausto en el hormiguero del patio de colegio, el cardinario guía la indeterminación de los leñadores de esperanza en la corteza del árbol caído. Y maquillamos los falos como vaginas y salimos a respirarlos.
Que previsibles son los sentimientos cuando están equivocados.