Domador de constelaciones para callar tus lágrimas



La calle sigue amamantando a las ratas, las guerras estivales han llegado a su fin, el otoño está devorando lo poco verde que el sol ha dejado, una brisa submarina, atávica y sin miramientos transporta las semillas de odio que cabalgan encima del polen, tu mirada responde a los momentos imprecisos que nunca pude datar, la miel gotea sobre el mármol como la paloma mensajera en la boca del gato sangra, que escurridizos resultan los deseos, la vagancia del soñar, las estructuras experimentales que sujetan mi sillón, me siento tan Dios desde este terciopelo azul, me niego a cumplir tus miedos, es insospechable pero lo siento de esta manera, una manera cínica de pedirte perdón, una manera futurista de negarme a completar tu alma gemela con una mutación de mi respeto por tu sacrificio hormonal.

Nunca fuimos lo suficiente valientes como para perseguir el dolor que nos mantenía unidos, no te quejes ahora.