Caminábamos sobre la piscina sin agua, siguiendo las líneas como raíles de tren, las escaleras metálicas nos custodiaban como ángeles a banda y banda, vivíamos como eco resonando en las paredes blancas de aquella piscina abandonada, nunca nos dejábamos inundar ni siquiera de sentimiento, éramos como el cloro matando las bacterias, como la muerte súbita de los sueños en la inmersión, seguíamos las indicaciones de sus luces sin electrocutarnos, teníamos en nuestras manos lo insalvable, nuestras lágrimas eran las únicas solitarias en aquel espacio inmenso y en ellas se hacia el simulacro de las pruebas de ingravidez para astronautas.
Le dije: Sólo somos colas de lagartos desprendidas en luna llena para escapar.