Tal y como bailábamos tras el florecer de la sangre nueva, riéndonos respetuosos en el ligero del viento, puertos, pieles, celebridades sin bragas, abasteciéndonos de la inorganidad y el costumbrismo, de indulgencias, pecados, pianos, mieles y aplicando la norma genérica a la inestabilidad, sensibilidad cabalgando libre en genéticas e imperdonables mentiras que cosen heridas en sueños, ruegos, maletas, trueques, caricias en forma de reacciones alergias que a su vez desencadenan palmípedas supersticiones.
Aveces pienso que los sentimientos son como plancton, pequeñas partículas flotando sobre el mar abierto esperando a que los tiburones ballena acudan a su llamada, un corazón disuelto como el láudano en la absenta.