Lo único que sabes de mí es que se crear cielos en descomposición, que llevo un aponogeton de corazón, que mis dedos son lo más parecido a anzuelos en tu boca, lo único que sabes de mí es que mi piel es un lacrimatorio, que llevo en el cenit de mis palillos tus besos.
La muerte se ha parado en el borde de la nada, arrodillándose sobre el vacío para rezar, dejando que la brisa de sus miedos acariciase sus cabellos rubios.
Incisión de aliento sobre la fría inquietud soberana de reinos de piel de gallina y pieles de zafiro, molinos de juventud moliendo la vejez a grano fino, tu mirada aboliendo mi entrecortada respiración, rasguños que aletean por mi espalda mientras tu sonrisa malévola se esconde tras el telón.