Estás enferma y toda tu enfermedad también lo está, enfermedad por amor, dices, no puedes haberte infectado de algo que le pertenece a las hojas de afeitar de la otra orilla... aunque cierres los ojos y oigas los murmullos de tus lágrimas debajo de la cama, le debes a esas lenguas arrancadas y a esos castillos de lluvia encima de las pieles de lobos con los que te vistes todo lo que eres, deja de observar desde el agujero de la cerradura los hombres electrocutados en las vallas eléctricas de tu corazón, y empieza a sentir como el viento de venganza arrasa los pastos y los rebaños, sembrando la constancia y la virtud, pues no hay nada más insano que las ganas de ser amada.
Vallas eléctricas de un húmedo corazón
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