Encontrarte perdida en algún reducto inconcluso de mi oscuridad y atarte a la carne roja de los caballos negros tatuados a tinta blanca. Suspirar contigo mundos en extrema persecución. Fagocitar nuestra voracidad lingual. Exhibir en algún motel de carretera americana mis manos peludas acariciando los huesos de tus caderas metidas en un bote con formol. Clavar la aguja del compás en la cartografía del nuevo mundo contigo. Rasgar tu voz y tus vestiduras al tiempo que juntamos los sofares para dormir. Viviendo la dolce vita a partir de los pétalos de destrucción que creó el verano, podríamos ser, podríamos ser... esa mentira real, esa mentira de oro, que brilla en medio del marfil, una posibilidad remota sonriéndonos desde aquella esquina oscura.
Disfraz de lobo, sangre de cordero degollado y piel de becerro de oro
Hice el amor con las bayas venenosas que aún estaban por florecer, bautizando mis manos con el caldo aún caliente de los caracoles que te comiste, mientras las águilas lloraban lágrimas de plumas y mi gaznate seguía notando el bastinado de tu belleza.
Y hago que aprieten fuerte las mandíbulas con los 600 voltios de la anguila eléctrica que protege mi corazón, y clavo los cilicios en sus ojos para consagrar la penitencia de las miradas indiscretas que nos miran. Esta noche en nombre de la fe y el candaulismo someteré todo aquello que mi ligofilia no me dejó dominar.”
Y hago que aprieten fuerte las mandíbulas con los 600 voltios de la anguila eléctrica que protege mi corazón, y clavo los cilicios en sus ojos para consagrar la penitencia de las miradas indiscretas que nos miran. Esta noche en nombre de la fe y el candaulismo someteré todo aquello que mi ligofilia no me dejó dominar.”
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