Cuando el amor es un xilófono y el cantante una croqueta




El amor es una cosa internacional que me toca las narices, que me hace pensar en rosas teleféricas usureras que mortifican mi conciencia y que susurran enlaces de amor en barquitos de papel, hace poco nadie me dijo que se había embebido en el amor y que todo se torno en irreverencias, es lógico, el amor como el arte hay que mirarlo en vitrinas de cristal, malditos soñadores que hacen picnics con manteles de cuadritos!

Hablaré de los amores bohemios de saldo y esquina, de los tequilas con hielo, de las musas, de los calamares cibernéticos y de los soñadores de alta velocidad, le preguntaré: y usted cuando va ser feliz?, beberé sobre lagrimones de cocodrilos de chocolate y compraré viajes a Roma para dos, luego pensaré que soy indisciplinado, mordaz, sarcástico, contributor, pornoeléctrico, locobarde, superlativo, arteuntico, egocéntrico, lovemprendedor, necio y eternamente sexy, pensaré: y si… y luego diré: mejor no…, venderé agua mineral a cambio de sexo reutilizable, reciclable y reducible, restauraré los cojines de mi domótica sentimental, me fumaré un pitillo mientras decapito corazones encorsetados, hablaré del amor y de dios en plural, seré todo lo que quieras que sea, te convenceré para que me apuñales, que me odies y que me abraces, seré el baterista de Queen y el guitarrista de Melendi, me pondré un condón en la lengua y luego te besaré con la nariz y pondré un anuncio que diga: “Imbécil caucásico con el corazón desmembrado busca señorita fugada de la cárcel de la rutina que entienda lo inteligible.”

De todo eso hablaré. Ahora necesito calma, no cama!