El calambur unívoco del hipervínculo





Hace mucho tiempo perdí la sensación de haberme hundido en un cóctel molotov en Cannes, por eso quizás hoy en día mi propia naturaleza sea una razón de las grandes para subsistir especulando con las dianas y los dardos hiperbólicos y recordar los lentos sonidos cerealíticos que lo único que hacian era llamar a la corte para que volviera el príncipe del principado que nunca quiso besar la corona. Llevo tiempo generando telas de araña con mi saliva y eso no es bueno porque con ello mato la necesidad de poder volver algún día a la tierra de las maravillas de arrOz que en noches de celofán tanto deseé.

Eran las 4 de la mañana cuando nos convocaron a las urnas para votar si debía o no abandonar el sueño, se presentaron sombras y arquetipos, reconocí en sus manos puzzleáticas una sinécdoque marítima con suficiente arrogancia y dinero como para no ser uno mas, ella estrechó mi cara con sus pulgares seagalescos y apartó con un chascarrillo mi voz de su lado, así fue como la pervivencia de lo insensato volvió a descubrir unas pequeñas sonrisas de dientes de leche en Tokio, fuente que inspiraria edificios como el Art.LocKolorado, Noseby.Leipzig, Apologizeon.London, Braintag.Oslo y Heart.of.Dubai, unas arquitecturas posibles de saborear que nos enseñarian a respetar las políticas sentimentalkiller de pequeñas abuelitas de esparto.

No sigas por ese camino yo no soy tu destino... le dijo el tripi a la doncella.