El escalímetro de tu vello



Vello de germen y anticuerpo, vello que se coagula en la oscuridad, tupido vello de pecho que se transforma en alfombra de pinchos de faquir cuando te tumbas sobre él. Vello hasta en el corazón que tiembla cuando sopla el viento, vello bien tupido, vello hasta en la sopa, vello que brilla mojado, vello bien negro, trágico y mimético. Me llega hasta la garganta y se escurre como espaguetis sobre mi alma, llega incluso a penetrar sobre el estomago como el tronco de un árbol, especulando con el calor de los dedos ajenos, bajando las raíces de su tronco velludo a la entrepierna, ampliándose y cubriendo todo en su alrededor, dedos, yemas de dedos velludos escarbando en el bosque austral, acariciándolo, peinándolo a dos manos.

Un vello de hiedra que se enzarza como espinas en el tronco produciendo cortes en la corteza cerebral, niebla de vello en la entrepierna, un manglar de vello y ramas, de riachuelos que inundan el algoritmo de leches amarradas a un ictus de orgasmo, pasión selvática regida por las lluvias torrenciales sobreexcitadas de la marea y los temperamentos de navegantes perdidos de sed y vello.