Y mi única crucifixión fue vivir



Y me tumbé boca arriba en el fondo abisal del mar con las toneladas de presión sobre mis oídos, y de mis brazos brotaron días de primavera que resquebrajaron el cristal de mi reloj de bolsillo, la grieta formó nuestras iniciales y luego explotó el cristal en mil pedazos inundando nuestras horas, al poco tiempo la marea fue enterrando mi cuerpo, poco a poco, cubriéndolo entero y dejando sólo mi nariz asomar entre la arena, allí fue donde la lombriz se ocultó y puso sus huevos en forma de olvido, y al brotar los gusanos de ti quedaron atrapados en el encofrado con el cual construí nuestra casa allí en el abismo.

Al besarme tus pulmones se llenaban de arena al tiempo que tus ojos me servían de caramelo de mentol para aclarar la voz, le grite al miedo para que me inundara el eco de tus miradas, fijé las tasas en la aduana para que me dejara dormir en aquella cama de lecho marino y al tercer año nací de los dientes de aquellos peces amorfos, habiendo escapado de todo.