La libertad era un rescate hambriento de pólvora que volaba y se encendía con los rayos del sol.
Ella se tumbó en el sofá mientras yo la contemplaba desde mi silla esquelética, a los pies suyos una manta de terciopelo negro, de repente le dije: no ha llegado aún el anillo, acto seguido deslizó sus dedos sobre la manta agarrándola fuertemente, la subió hasta cubrirse entera, y se desvaneció, desapareciendo al instante, me quedé atónito nunca más volví a saber de ella pero al cabo de unos años descubrí como lo hizo, algunos animales miméticos del camuflage tienen cromatóforos una células con pigmentos que se dilatan o se contraen para imitar el entorno y cambiar de color, ella en cambio dentro de sus células había odio y desamor que se contraían y se expandían y que la hacían invisible a los ojos de cualquiera y yo era un cualquiera.