La salvación está en alguna lujuria cerca de ti, borracho.
Alguien que te ame y te agite, que te azote con las yemas de los dedos untadas en carmín, que te desnutra a besos, y sature el dolor branquial de axolote, alguien que restriegue el afán de levitar aplastando cabezas como un Leviatán y ahora somos quemaduras de cinturón de seguridad por habernos amado demasiado deprisa en la lengua de la mantis religiosa.
Y te sentaste en mi coche y apoyando las rodillas en el salpicadero me llamaste por mi nombre artístico, como matizando mi naturaleza de caos y drama, de absenta con champagne, esa naturaleza de la que no supimos salir indemnes, te quitaste la camiseta y me ataste las manos al volante para que no dejara de conducir y todo quedó en viejos amigos que de infancia se masturbaban.