La otra noche tuve un sueño donde la batalla era mi escudo y tú estabas ahí con los ojos rodeados de ira y purpurina peleando por mí, y entendí que a veces la única solución es comenzar una guerra. Hemos sido tan débiles que hemos armado un ejército más letal que la tensión superficial del agua…
Y entre tanto ruido de espadas oí tu voz más clara que la santa muerte, oí como me decías; “—Sólo un caído más.” Y avancé unos pasos descalzo, magullado y con mi alma en llamas y vi desde lo lejos como me disparabas la última flecha. Caí hacia atrás y al cerrar los ojos recordé tus últimas palabras; “—Es que a veces la única salvación es destruir las pruebas, está escrito en el silencio que dejan las islas volcánicas sobre el lecho marino.”
Encontraste rápido el camino de huida, perdiendo el dolor por el camino. Y mientras tú te tocabas y te venías por mí de mi cuerpo floreció un campo de Diphylleia grayi.
Y entre tanto ruido de espadas oí tu voz más clara que la santa muerte, oí como me decías; “—Sólo un caído más.” Y avancé unos pasos descalzo, magullado y con mi alma en llamas y vi desde lo lejos como me disparabas la última flecha. Caí hacia atrás y al cerrar los ojos recordé tus últimas palabras; “—Es que a veces la única salvación es destruir las pruebas, está escrito en el silencio que dejan las islas volcánicas sobre el lecho marino.”
Encontraste rápido el camino de huida, perdiendo el dolor por el camino. Y mientras tú te tocabas y te venías por mí de mi cuerpo floreció un campo de Diphylleia grayi.