Le dijiste al fuego de la salvación que lo atarías con las nubes del cielo mirando hacia Cástor y Pólux. Sigue cayendo. De tus manos la condensación, de tu precipicio los juicios francos del laberinto de espejos con el que te vistes y en los ojos de los búhos desvaneciéndose la luz de los satélites artificiales abandonados. Me has besado las lágrimas, me has besado las garras, incluso has domesticación el oleaje y la gravedad con que me atraías. Sigue cayendo. Sólo eres una estrella caída dejándome cráteres sobre mi piel, bailando sola sobre mi espalda. Tú eres mi último vestigio de locura, una civilización en éxodo mental, hoy sólo una fina cubierta de invernadero nos protege del clima exterior. Sigue cayendo, hacia lo profundo de la madriguera.