Tengo mi cuchillo pero la herida a desaparecido para dejar paso a una mujer vestida de rojo que no para de brotar de ese final. Observo los sutiles movimientos de sus huesos bajo la piel de su espalda y puedo notar en mis entrañas esas mismas caricias. Sigo rezándole a los fantasmas del subidón que dejamos a medias y al colocón que nunca tuvimos en el colchón de Oz.