La carnicoacústica maquiaEBÉlica de Sevilla
Arraigos afrecuentados de oportunistas y pequitas en tus mejillas de álbum ochenteno en gotas de Ballantine’s. Cuando brotó el madroño sus paciencias anacárdicas reconoció la felicidad espolvoreada encimas de sus pies unos anuales dedos apuntalados en momentos de alcohol y melalcholía desmontada en el vuelo RYA 8019.
Sevilla era un embelesado entramado de maquiaEBÉlicas bondades, un desorden en la noche un sin fin de inútiles destellos carnicoacústicos emparpados de papel de celosfán fuera de encuadre, con normas sin virtudes. El chasqueo del patinaje de mis lágrimas en sus encías al despertar, con las tormentas de nata con nueces en la almohada. Saboreando el paraíso en tropiezos, la excedra asmática de sus pupilas, gatos y marmotas, encuentros y circunstancias, muchas virtudes al lado del mazapán.
La chica de pervivencia con leones, preguntó:
—¿Porque todo es tan difícil?
El chico de las gafas rojas… respondió:
—Porque no es comestible, todas las cosas que no son comestibles son difíciles.
(Las pequeñas legumbres de manos germinadas reblandecieron el alma para poder sacar la espina.)
—Ahora ya somos la limonada, la tetera y el arrancamoños, dijo él.
Ella se abrazo a un silencio y tres puntos suspensivos...