El jardín de las perfidias





Y con el frío las membranas de mis manos encontraron sus axiomillas plantadas entre turba, abalorios y aljófares. ¿Que ocurrió? Preguntó ella despechada… La respuesta se encontró en el magnicidio de sus 798 corazones.

Infinitud y las infinitudes grandilocuentes nos cegaron el primer mes, gnosis de más para hacer quinielas cardíacas en la correspondencia que nos llegaba de Manila.

De lance en lance aquel meandro fue testigo de nuestras inclemencias de aspirinas efervescentes, éramos la neurótica antitesis del balanceo de una campana de mimbre, contoneo que fue nuestro último escondrijo. Sucumbió a un letargo en almíbar un largo etcétera de voluntades y el frío adriártico, se perdió en mis aposentos entre corazones tragicomediales, joyeritos de música con percebes de bailarinas y un infinito domingo se vio obligada a abandonar el jardín, un telegrama entre sus piernas chorreantes de horchata marcaba la lentitud acelerada de lowcost hormonoides de sus macabras actuaciones.

@asiomnia se enfundó sus leggins rosas y nos encuaderno en su librito de 9 octavas.