Alicia en el país de las ingles brasileñas
No me canso, no me canso ni siquiera cuando me tropiezo con la luz del azar que entra por las ventanas de la lógica de mis orificios nasales, no me pierdo, no me pierdo ni por el romanticismo, ni por las ganas de huir contigo, me mantengo firme a la convicción de amarte a pesar de mis ganas por componer la olor del sistema de constelaciones que regirán las mareas sentimentales de esta perpetua religión al bestializarnos, y veré en cada esquina de nuestra pesadilla la obsesión de esa soledad compartida en mis espinas, en mis escamas, en el dulce orgullo de ti por ser ella y el sentimiento de triunfo previo de no tenerte, ingenua libre de mi certificado de locura y lejanía.
Hazme sufrir, sólo hazlo, piérdeme la noción de aquel fiel en busca de la continuidad del mito, crucifícame de esa forma tan mental en el bosque de tus deudas como tu solías hacer, de besos consternados y piel desgajada en mandarinas de ocho gajos y mil noches, te quiero de esa forma tan banal que el universo rinde envidiando nuestro amor. De ti, amor.