—Te refieres al salitre contra las alas de mariposa.
— ¿Salitre?
—Sí, sus manos eran salitre, salitre en mi aeropuerto de juguete, allí fue donde asesinó todos mis aviones, extirpándoles las alas para que yo no pudiera escapar, a veces era lo primordial y otras no, pero siempre estaba allí sentada, llorando junto a ese montón de alas muertas. La proeza, crudeza y realeza de sus manos y fue con ellas con las que curó mi enfermedad cosiéndole las alas de las mariposas a aquellos aviones, dejándome a mí tumbado junto al montón de cuerpos de mariposas muertas.
El principio nunca estuvo claro, lo que si sé con total seguridad fue el final: Todo acabó cuando ella me hizo una lobotomía en aquella noche de luna llena.
El chico de las gafas en espiral respondió: —Te ataría con cuerdas de nylon a la barandilla de mis colmillos para que vieras desde allí alto mis glándulas salivares preparadas, luego te abriría lentamente en canal con esas dulces cuchillas de marfil, rasgando la ropa, te miraría y poniéndote mi sonrisa sarcástica, desvestiría a tu corazón con las esvásticas de mi pelo penetrando hasta en el más pequeño de tus poros, te mantendría congelada, al tiempo que preparo el agua hirviendo con mi cuerpo para echártela súbitamente encima de tus pechos, así al derretirse se filtraría por el interior de tus muslos hasta llegar a tus labios y seguramente en ese punto de fragor humano humedecería mi lengua bífida hasta límites insondables, inyectando con movimientos circulares en tu clítoris duro todo lo mucho que te odio.
Poco a poco al tiempo que empiezas a notarme dentro de ti, desataría las cuerdas, sin que te dieras cuenta, derritiéndolas con la cera de mis manos, entonces en ese momento te dejaría que te pusieras encima mío y desataras las venas de mi polla y con ellas me ataras fuertemente a la cama, dejándome las marcas en las costillas, ahí supongo que te dejaría hacer lo que quisieras, pero si quieres que te aconseje... me gustaría que me taparas los ojos con terciopelo azul, nada de látex, el semen queda mejor sobre terciopelo, te dejaría que dejaras caer tu saliva encima de mi boca, que me mordieras la espalda, te dejaría que arañaras mi estupidez por no haberme vengado antes de desatarte, te dejaría que me sujetaras mi mano en tu cuello mientras te lo aprieto, tu si quieres puedes pincharme los ojos con las varillas del sujetador, me desatarías una mano para que pudiera untarla en chocolate y azotarte hasta que el rojo de tu piel junto al marrón del chocolate quedaran diluidos y te dejaría que te sentaras encima de mi lengua.
Pasaría cada milímetro de mis labios por los sitios que me dejaras y acabaría mutilando tus pezones con mis pestañas, te mordería, te mordería hasta los filos de tus apuntes para que luego cada vez que los rozaras con tus dedos al estudiar te acordaras de esa noche de sangre y ascuas, te dejaría también que araras mi espalda con tus uñas y metieras la sudor condensada en ellas, besaría tus santas uñas lentamente hasta transformarlas en anclas y acabaría chupando esos anclas como si la vida se me fuera en ello, descendiendo en una anástasis por tu cuerpo mientras te beso el cuello, mis besos harían eses como los patinadores de patinaje artístico, pero esta vez sin cuchillas de por medio, sólo labios cortantes y te susurraría te amos infinitos, pero no de esos te amos puros y falsos, sino te amos crueles y tóxicos, haría estremecerte tocando los botones de tu blusa arrugada en el suelo, saltando de botón en botón, apretando suavemente tus brazos para que te quedaran ligeramente marcados mis dedos, te pondría tumbada mirando al techo de la habitación, con las piernas juntas y rallaría mi lengua contra la parte rasurada de tu vello púbico para que los trocitos de mi lengua fueran miles de pequeñas lenguas que caerían hacia abajo dentro de tu coño, entonces en ese momento en el cual permanecieras extasiada, te pediría que te durmieras para que el orgasmo lo tuvieras en un sueño y así al despertar seguir follándote.
La sangre se ha transformado en grosellas brotando de la misma manera sobre el amante inorgánico. Me ha herido con el pico de pájaros muertos, mientras deshacía la maleta en mi último aliento. Las bandadas de fría carne de matadero me han ayudado a sobrevivir. Me he atado los pantalones con la castración de las moscas de mi cadáver, la reputación de los lobos con sed de corderos, los reflejos de tu pelo en el lubricante de las pastillas para tragar.
Adopta la madriguera, cuenta los segundo que tardaste en caer, y así una vez, tal y como no planeamos, sobre, sólo una, pero a la vez, tal vez.
Se nos cultivó con la emoción de los insoportados, incentivando una estructura ascética, inculcándonos el respeto a la eternidad, se nos involucró en un entramado desapercibido de histeria, se nos llamó a declarar, y percibimos todo lo que empezó con aquella ruptura de besos en el lagrimal.
Y corté la noche por la línea de puntos y borré el sol con la espuma de afeitar, arañando cada una de las cuerdas vocales que ataban tu espalda, nervioso y exhumado, desenfocando la Guayana Francesa de nuestro brindis en la jaula de burbujas de saliva.
La crisis de todos los guantes de quirófano, la eyaculación del resplandor de la luz de dentista, los andamios de bambú clavados en mi corazón, flotando en el riesgo.
He creado un circo de risas y devoción bajo una tela de clemátides y girasoles, lo he creado a partir de lo que sé que está mal, de lo más profundo, agónico y ruin de mi ser, no tengo miedo a parecer débil ni modernillo, he cuidado hasta el último detalle, para que los espectadores sufran tal y como yo lo hago al verlos a ellos, supongo que se lo debo, la reciprocoicidad del odio creo, no hay plan B, no ha habido suficiente dinero para la red de seguridad de los trapecistas, pero eso no importa ahora, el inventario sigue oculto.
Todo esto es una escusa para montar mi mausoleo simplemente quiero acabar donde todo comenzó, he preparado una urna interestelar con aire acondicionado debajo del escenario donde poder descansar por fin. Esta olor me esta matando, creo que lo llaman realidad o estiércol, estoy casado con mis excusas, creo que a este circo lo voy a llamar el énfasis de lo inocuo.