Construyo mi fe con cada nota herizada del vello de tu piel, sentirme a tu lado arropado por los sonidos de las teclas blancas de tu sonrisa, dejarme tiritando de vida al darme tu mano.
Ahora, a tu lado nada temo, pues me guía cada segundo pasado contigo, el aroma de tu risa impregna cada lugar recorrido, guiándome el abrazo azul de tus ojos hacía travesías insondables, esta noche aquí en medios de la inmensidad de este lago dejaré abierta mi ventana para que tu calma sea el bálsamo que cure mis tormentas...
Para María por enseñarme a volar sobre mundos submarinos.
GR