Me has abierto en canal rajándome tal y como una vez hicimos con la tierra en el canal de Panamá



Cada rincón de tu piel me recuerda a un exorcismo fallado. Y pusimos nuestras yemas de los dedos sobre el planchette y nos dimos cuenta de que había demasiados fantasmas apañándoselas para sacarme de tu cuerpo, así en la tierra como en tu boca. He puesto tu corazón en el congelador y ahora dentro de un ratito lo rallaré para dárselo de comer a mi ajolote.

He creído que la vida me tatuaba pero al final me di cuenta que eran sólo tus pecados. ¿Echamos el segundo?