Llevo en las palmas de mis manos el dolor de todos los cuernos arrancados de rinocerontes con ellas te acaricio y aparto tu dolor. Hago que sangres para llenarte de mí saliva y demostrarte que el vacilante tiempo es un joven aliado de nuestro amor. Los aspersores de mi jardín están programados para regar el césped cada mañana con tu sangre, ¿En qué lugar nos pondrá la marea, joven amiga?, ¿En que nos hemos transformado?, somos cada lamento de los fantasmas que viven en mi imperio de polvo y mimbre.