La reina de corazones se ha comido a la de Saba





Sacando el néctar del tocino de tu mirada que formula paradojas en el caviar de mi vida y en los remanentes del viento celiaco que rehuye de mis miradas y que tintinea súbitamente en el barómetro de mis gafas Ray Ban. Vida que además engendra hedonismos sistemáticos en la mirada de mis cardiopatías despatriarcadas. Viva la grifa que se fuma el mundo y es que acaso no hay nada más excéntrico que la misma vida, no dejo de repensar cosas que tienen que ver con el tomillo de gel que no para de cantarme baladas por la mañana cuando me despierto y es que el mundo está loco, cada día la tontupidez humana me genera serias dudas brocoli-existencialistas, porque mire usted, que yo sepa no soy nadie, pero usted con ese acento andalú me va a permitir que le sodomatice un poco, no?

Así que le contaré una historia: La reina de Saba vivía en su castillo de arrogancias y melindros con branquias prenatales, lo tenia todo, la fragua de Vulcano, el toro que mató a Manolete, un billete de Ryanair a Shannon, el estrabismo del Dioni y millones de cosas más, hasta que un día se dió cuenta que su felicidad era semidesnatada, así que muy cabreada le dijo a sus lacayos que buscarán a un asesora de imagen que le aconsejara y le trajeron sin que se diera cuenta a la reina de corazones que acabo comiéndose a la reina de Saba.

Moraleja, nunca traigas una reina de corazones a tu palacio de ketchup y atún.