Que caigan las cascadas



Tu corazón es un pequeño biotopo infernal de un infierno aún mayor que eres tú, allí es donde cultivo la lisergia, casi como hacía con mis peces en mi esférica pecera de cristal. Cuando entro en él la muerte me abriga y me aísla del mundo que me rodea, y en lo más profundo de ese mundo habita una fragilidad cultivada a fuego lento entre dos orillas denticuladas, tengo las manos manchadas de noche, y a través de la fe mis pecados se vuelven dogmas, allí mis labios son amargos como la absenta y la sangre es la mejor de las voluntades, allí es donde las agujas de hierro están bañadas en chocolate blanco y son lamidas por tu lengua bífida. En ese lugar dejaré que mis mejillas se marchiten por el sol y empezaré a cantar una plegaria que se convertirá en una canción de cuna, haré que toda la tristeza dentro de mí me meza, encontraré lo que tantas veces busqué en la tinta blanca, buscando una vida propia en una vida ajena, dejando que las cosas que debían ser, fuesen.