Las lágrimas subían como percas por nuestro riego sanguíneo


He llenado la cueva con animales venenosos albinos enterrando entre tu maquillaje mi fe, al fin y al cabo sólo somos maniquíes de pruebas nucleares esperando una explosión atómica, en todo este tiempo que te he estado esperando me he hecho amigo de los gigantes de circo que no me dejaban verte actuar, de las mandíbulas y del humo de tus cigarros mentolados. ¿Te acordarás entonces de mí cuando te estés bañando entre las llamas del infierno? Somos la literatura calcinada que orbita en vano entre nuestras vértebras. Sólo quiero ser un teorema mal aplicado, sólo soy un cliché.

Las lágrimas subían como percas por nuestro riego sanguíneo, ese era nuestro río preferido del paraíso, los otros 6 habían descarrilado atándose como en el nudo de tus zapatillas de ballet, 7 ríos que en la noche quedaban disfrazados por el ojo con persianas, la sombra de la ceguera y las sombras de los árboles parecían la garganta de los días australes y nadie, absolutamente nadie podía utilizar ninguna de sus armas secretas, todo se acumulaba en ese paraíso iónico que habíamos creado, la luz, las sabanas y todos los sueños que utilizábamos como material para quemar y así poder calentarnos.