Había algo retorciéndose en el suelo de la batalla, algo indetectable por los satélites y las luces infrarrojas, algo inalcanzable por tus lágrimas ni lamentaciones, algo que hacía que tu sonrisa se licuase por la buena voluntad y la gracia divina. Nena, había algo retorciéndose en el interior de tu muslo izquierdo convulsionando como un epiléptico frente a las luces de colores de las vidrieras góticas, algo que se ha llevado el humo de mis cigarrillos y la sangre de mis heridas.