Empieza siempre así… nosotros solos, de pie, inmóviles frente a las puertas de nuestro infierno, siendo nosotros mismos los arquitectos de ellas, creadas con nuestras manos para contener todo el mal que hay en nosotros mismos, allí… es dónde gestamos nuestros miedos y devociones, nuestras contradicciones y nuestros propios espejismos, escondiendo nuestras miserias y vergüenzas tras ellas. Todo oculto bajo el cacareo sutil de nuestra palabrería barata, la pasión y la belleza, esos exiguos destellos inconstantes de locura y la vida temeraria, la bohemia, el aprendizaje y el llanto, la tragedia y el vano sentimiento. Encima de mi mesilla de noche tienes la llave de esas puertas.
Espejismos rotos
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