Sentada la noche enfrente del espejo de los recuerdos, ve su piel de estrellas marchitarse, a la sombra de la luna permanece incauta y celosa de las huellas sobre la arena de aquellos pies descalzos de desconocidos amantes, sus lágrimas como estrellas fugaces son el rompeolas de un misterioso tiempo en el que se maquillaba con luz y fuego una extraña mentira que respiraba una y otra vez en su mente.