El odio impenetrable atravesado por el lamento



Cuando aquel cuchillo te trajo a mí como la marea trae las conchas muertas a la orilla y la culpa se mezclaba con el olor a pulpa en carne viva de mandarina, cuando las masas de agua se inclinaban ante los ríos de tinta bajo tu piel, y los latigazos de la primavera curaban las quemaduras del invierno, cuando el duelo y la rabia amamantaban nuestros sueños y los desiertos estaban formados por cachitos de nuestros fracasos, cuando aquellas flores cubrían el aire inundando nuestras gargantas con sus pétalos dejándonos asfixiados e inmóviles al borde del abismo para que la muerte nos salvara de nosotros mismos... sin ningún cielo al que llorarle, sin ningún campo en el que florecer.